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06 marzo 2018

Algunos poemas de Walt Whitman

Walt Whitman | Foto: Library of Congress 

¡Poetas del porvenir! 

Poetas del porvenir ¡Oradores cantantes,
músicos del porvenir!
No es el día de hoy quien debe justificarme
y explicar quién soy.
Sois vosotros, la nueva generación, nativa,
atlética, continental, más grande que todas
las conocidas.
¡Levantaos!  ¡Debéis justificarme!
Yo no hago más que escribir una o dos
palabras acerca del futuro,
me limito a adelantarme un momento
y sólo para retomar y correr apresuradamente
a las tinieblas.

Soy un hombre que, pasando sin detenerse,
dirige al azar una mirada hacia vosotros
y luego vuelve el rostro,
dejándoos el cuidado de examinarla y definirla
reservándoos lo fundamental.

***

Una mujer me espera
 
Una mujer me espera, ella lo contiene todo,
                               nada le falta;
mas todo le faltaría, si no existiese el sexo
y si no existiese la vida del hombre necesario.
El sexo lo contiene todo: cuerpos y almas,
ideas, pruebas, purezas, delicadezas, fines,
difusiones,
cantos, mandatos, salud, orgullo, el
misterio de la eternidad, el semen;
todas las esperanzas, bondades, generosidades;
todas las pasiones, amores, bellezas, delicias
                                      de la tierra.
Todos los gobiernos, jueces, dioses, caudillos
                                      de la tierra
existen en el sexo y en todas las facultades
del sexo y en todas sus razones de ser.
Sin duda, el hombre, tal como lo amo,
sabe y confiesa las delicias del suyo.
Así, nada tengo que hacer con mujeres
insensibles;
yo quiero ir  con la que me espera, con esas
mujeres que tienen la sangre cálida y
pueden enfrentarse conmigo.
Veo que ellas me comprenden y no se
desvían de su propósito.
Veo que ellas son dignas de mí.  De estas
mujeres quiero ser el robusto esposo.
En nada son menos que yo.
Ellas tienen la cara curtida por los soles
               radiosos y los vientos que pasan;
su carne tiene la antigua y divina ingravidez
la hermosa y vieja y divina elasticidad.
Ellas saben nadar, remar, montar a caballo,
luchar, cazar, golpear, huir y atacar,
resistir, defenderse.
Ellas son  extremadas en su legitimidad,
son tranquilas, límpidas, en perfecta
posesión de sí mismas.
Te atraigo a mí, mujer.
No puedo dejarte pasar, quisiera hacerte un bien.
Yo soy para ti y tú eres para mí, no solamente
por amor a los demás:
en ti duermen los grandes héroes, los
más grandes bardos,
y ellos rehúsan ser despertados por otro
hombre que no sea yo.

Soy yo, mujer, veo mi camino.
Soy austero, áspero, inmenso, inmutable,
Pero yo te amo.
Vamos, no te hiero más de lo necesario;
vierto la esencia que engendrará muchachos y
doncellas dignas de Estados Unidos;
                    voy con un músculo rudo y atento,
y me enlazo muy eficazmente, y no escucho
                                           ninguna súplica,
y no puedo retirarme antes de haber depositado
                    lo que está acumulado hace mucho tiempo en mí.
A través de ti, liberto los ríos represados de mi ser
en ti deposito un millar de años anteriores,
sobre ti injerto lo más querido de mí y de América;
las gotas que yo destilo en ti, crecerán en
                   cálidas y potentes hijas, en artistas de
                   mañana, en músicos, en bardos;
los hijos que yo engendre en ti; engendrarán a
                                                           su vez.
Yo exijo que hombres perfectos y mujeres
               perfectas surjan de mis expansiones amorosas.
Espero que ellos se desposen como nosotros nos
                            unimos en este instante;
cuento con los frutos de sus resplandecientes riegos,
como cuento con los frutos de los riegos centellantes
que doy en esta hora.
Y yo vigilaré las mieses del amor, del nacimiento
         de la vida, de la muerte, de la inmortalidad,
         que yo siembro en esta hora, tan amorosamente.

***

Ha poco tiempo que atravesé una ciudad populosa

Ha poco tiempo que atravesé una ciudad populosa,
imprimiendo en mi cerebro, para recordarlas
más tarde, sus curiosidades, arquitecturas,
costumbres, tradiciones.
A pesar de ello, ahora, de toda esta ciudad,
me acuerdo solamente de una mujer que
encontré allí por casualidad y que me retuvo
porque me amaba.
Día tras días y noche tras noche, estábamos
juntos. Todo lo demás ha sido olvidado
      hace mucho.
Sólo recuerdo, digo, a esta mujer únicamente,
a esta mujer que se enamoró de mí con pasión.
Aún erramos juntos, nos amamos, aún
nos separamos;
aún me retiene de la mano: "¡No partas!".
La veo muy cerca de mí, con sus labios
oprimidos, temblorosa y desolada.

***

Nosotros, dos buenos mozos abrazándonos mutuamente

Nosotros, dos buenos mozos, abrazándonos mutuamente,
sin jamás abandonarnos el uno a otro,
recorriendo los caminos  de extremo a extremo,
                    recorriendo el norte y el sur,
gozando de vigor, ensanchando los codos, apretando los puños,
armados y sin miedo, corriendo, bebiendo, durmiendo, amando,
alarmando a los avaros, villanos y sacerdotes,
respirando el aire, bebiendo el agua, danzando
sobre la hierba o sobre la arena de las playas,
perturbando las ciudades, despreciando las
             buenas costumbres, burlándonos de las constituciones,
             persiguiendo la apatía,
       llevando al éxito nuestra aventura.

***

Lleno de vida ahora

Lleno de vida, ahora, compacto, visible,
yo, de cuarenta años de edad y en el año ochenta
                         y tres de estos Estados,
a alguien que vivirá dentro de un siglo, o después
                                de muchos siglos,
a ti, que aún no has nacido, dedico estos cantos
            esforzándote por seguirte.

Cuando tú leas estos cantos, yo, que ahora soy
         visible, me habré tornado invisible.

         Entonces, serás tú, compacto y visible, quien
realizará mis poemas, quien se esforzará en seguirme,
imaginándote cuán feliz serías si yo pudiese
estar contigo y convertirme en tu camarada.
Que sea, pues, como si yo estuviera a tu lado.
(No creas demasiado que no estoy ahora junto a ti).


 SOBRE EL AUTOR



WALT WHITMAN, (Nueva York 1819-1892) fue poeta, periodista y ensayista. Combinó su labor como editor, que desarrolló en diferentes publicaciones, con la de escritor de relatos breves. En 1855 publicó su obra más importante, Hojas de hierba, que revisó y aumentó en sucesivas ocasiones. Durante la guerra de Secesión se alistó como voluntario en los hospitales de Washington; a partir de esta experiencia y de sus reflexiones sobre la misma, escribió dos obras de ensayo Democratic Vistas (1871) y Specimen Days & Collect (1882-1883).  

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